martes, 16 de diciembre de 2014

Nuestra aportación a #poema27


¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo, 
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro, 
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice: 
"No te vayas."


(Pedro Salinas)

Diversificación de 3º ESO con #poema27

Dejamos aquí las aportaciones que nuestros alumnos de Diversificación de 3º de ESO hacen para la actividad  #poema27

Ana:


 José Manuel:


 Cristina:


Elisei:


 Macarena:


Mª Jesús:


 Robert:

¡YA ESTAMOS EN TWITTER!

Nos incorporamos a una nueva red social para que nos tengáis más cerca: Twitter.

Somos @BiblioSoledad

martes, 18 de noviembre de 2014

NOVEDADES EN LA BIBLIOTECA

En la zona de "Novedades" de la biblioteca podréis encontrar, entre otros, los títulos que aparecen en estas imágenes. No dejéis pasar la oportunidad de disfrutar de ellos.






lunes, 21 de abril de 2014

"Nunca hubo una muerte más anunciada" (G. García Márquez)

En estos días, habréis oído la triste noticia del fallecimiento del Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.  Con él, perdemos a uno de los grandes de la literatura universal.


Si queréis conocer su obra, pasad por la biblioteca y llevaos en préstamo cualquiera de los títulos que están en nuestras estanterías.

Os dejamos con las primeras líneas de Cien años de soledad:

         Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. "Las cosas tienen vida propia —pregonaba el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles el ánima." José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra.